miércoles, 6 de febrero de 2019

Botiquín para curar un corazón roto


Día 3

Botiquín

Evelyn tenía solo 7 años cuando su madre salió por la puerta y no la volvió a ver, solo era ella y su padre, nadie le explicó lo que sucedió, se mudaron a una nueva casa que tenía entrada a un bosque, pasaban los meses y su papá tampoco hablaba más con ella, solo se dirigía a ella para que fuera a comer, para que se cambiara o se durmiera, tampoco ella tenía muchas ganas de conversar, y preguntar por su mamá ya la había cansado, lo que hacia la mayoría del tiempo era estar en la puerta que daba al bosque y se quedaba ahí sentada, a veces lloraba y otras veces deseaba perderse en ese bosque donde todo parecía estar palpablemente tranquilo.

Por las noches en ocasiones percibía los sollozos de su papá, otra veces ella no podía dormir y extrañaba cuando iban a verla para saber si todo estaba bien, cuando tenía pesadilla ya no gritaba, solo respiraba hasta quedarse dormida ya que su padre ya no iba por más que gritara.

En una tarde sentada en el pórtico frente al bosque, el viento no paraba de silbar y pareciera que en ocasiones pronunciaba su nombre, abrazada al oso que su madre le había dejado, le pidió con todas sus fuerzas ayuda para que papá que era lo único que le quedaba volviera a sonreír y volviera a verla a los ojos, como antes.

Se acercó más al bosque, quedando frente a los primero árboles, el viento llevo hasta sus pies un termómetro, y una voz en la penumbra del bosque le dijo que ese termómetro era especial, ya que le indicaba que tan triste estaba su papá, el vidrio se tornaba de distintos tonos de azul siendo el mas claro poco triste y el azul mas intenso el desconsuelo. Ella lo tomó en sus manos y notó que pesaba mucho, agradeció a la voz, y antes de que regresará a la casa la voz le dijo que solo recordara que no se puede dar lo que no se tiene.

Ella al entrar lo vio viendo la televisión quedándose casi dormido en el sofá, le acerco el termómetro y en cuanto lo toco se torno con un azul marino intenso, soltándose a llorar lo abrazó, el se despertó un poco y también la abrazó por un momento y después la soltó y se excusó diciéndole que prepararía la cena, el termómetro seguía del mismo azul y eso la lleno de angustia.

Al día siguiente regreso al bosque sin pronunciar ninguna palabra, cerró los ojos y el viento arrastro a sus pies un jarabe, y solo escuchó “para quitar el mal humor”.
Esa noche ella le pidió ayuda a su papá porque le quería prepara un té, el se negó, Evelyn insistió, se le había quemado la cena, y también estaban llamando a la puerta, la niña le volvió a insistir y el le gritó un rotundo ¡NO!, la pequeña se asustó y soltó a llorar, su padre atendió la puerta pero cuando regreso ella ya estaba en su habitación. Él preparó el té que ella deseaba y calmadamente toco la puerta del cuarto de su pequeña, ella le dijo que podía pasar contestándole desde la cama, el retiro las cobijas y le mostró la taza con el té caliente que deseaba, “discúlpame por gritarte – guardo silencio un momento, y con un nudo en la garganta añadió – perdóname por todo.” Ella abrazó a su papá y le dijo que tenía una medicina para hacerlo sentir mejor, y la niña saco el frasco de vidrio de debajo de su almohada, el creyendo que solo era agua porque así lucía el liquido que guardaba la dejo ponerlo en su té y se lo tomó frente a ella. Le deseo buenas noches, le dio un beso y se retiró. Evelyn sabía que no era mucho pero estaba dispuesta a que regresara su papá.
Durante una semana ella seguía al pendiente de los sentimientos de su papá con el termómetro y ningún día cambio de color, y cuando su padre apenas si le dirigía la palabra o lo notaba más serio le ponía en su bebida o en su comida una gotas del jarabe hasta que no le quedó más.

Una tarde llegó un extraño con traje para hablar con su papá, ella de todo lo que escuchó solo entendió que posiblemente ya no podían vivir en esa casa en dos meses, su padre explotó en rabia, rompió un vaso que estaba sobre la mesa y corrió al señor del traje siempre repitiéndole que era su abogado que tenía que buscar la manera de ayudarlo, el señor se excusó y se retiró.

Su papá seguía rompiendo cosas, pateando todo a su paso, ella lo veía con el corazón agitado y muy asustada en la entrada de la cocina, no quería hablarle pero tampoco podía moverse de ahí. El la miró y no le dijo nada solo se encerró en su habitación, dejándola ahí parada con su oso en su mano derecha.
Ya era de noche pero salió a la entrada del bosque y se introdujo en ´el un poco, gritando ayuda, repitiendo desesperadamente que no importaba el costo, pero ella deseaba ayudar a su papá.

“¿Éstas segura de lo que pides?- escuchó muy cerca de ella pero no logro divisar nada - ¡Sí!- gritó fuerte – solo quiero que mi papito regrese, que me abrace, que me haga bromas, que me diga que todo estará bien, que me cure cuando me caigo, que vaya rápido cuando tengo pesadillas, que se coma la orilla del pan que no me gusta, que me comparta de su helado, solo quiero que el regrese conmigo…..por favor- su voz se quebró y lloró -por favor….- ”

Se arrodilló y esta vez el viento llevó a su regazo una venda, la voz le dijo que esta venda era para curarlo cuando él sufre de decepciones, sirve para volver a unirlo a sus aspiraciones.

Ella sujetó fuerte a su oso, se levanto con la venda en su mano y se dirigió a su casa. En la puerta de la habitación de su padre ella tocó sin recibir respuesta pero aún así entró, entre la penumbra vio a su papá acostado, y se acercó a él, supo que estaba despierto porque le dijo que se fuera a su habitación, por la luz de la ventana noto que se había herido una de sus manos, talvez con algún vidrio que rompió, ella no le hizo caso y le comenzó a vendar su herida, él tampoco puso resistencia y la dejó hasta que terminó, ella se recostó frente a su papá y el la abrazó. Fue una noche tranquila, así lo sintió Evelyn.

Por la mañana cuando su padre se levantó la miró aún dormida, pero instintivamente después de unos minutos presentía que algo no estaba bien. Evelyn ya no despertó.

Cada vez que ella trataba de curar a su padre, era ella la que desvanecía su vida, no entendió que no se puede dar más que lo que tenemos, y la pequeña tampoco ya no tenía mucho amor para dar a su papá, la tristeza se albergó en el amor que sentía por sus padres, poco a poco también ellos provocaron que fuera más el desconsuelo que el amor que recordaba. Su mano estaba curada pero la venda represento el último vestigio de amor que tenia Evelyn en su ser.